PERSONERIA JURIDICA EN TRAMITE: 7965053

Av. Juan de Garay 3686 - Boedo - C.A.B.A.

 

 
 

¿Qué son los psicofármacos?



 



Son medicamentos que actúan sobre el cerebro y que, en general, producen efectos psicológicos. Se utilizan para el tratamiento de distintos trastornos de salud mental, ya sean agudos (puntuales) o crónicos (permanentes).

Los psicofármacos pueden clasificarse como psicofármacos estimulantes (derivados anfetamínicos que se utilizan en el tratamiento de algunos síndromes, como hiperactividad y otras enfermedades poco frecuentes) o depresores (hipnosedantes, anestésicos…).

Existen distintos tipos de psicofármacos:

Neurolépticos o tranquilizantes mayores: haloperidol, risperidona, olanzapina… Se utilizan en el tratamiento de la esquizofrenia y de otros trastornos psicóticos. En general, producen una gran sedación y efectos adversos importantes.

Ansiolíticos o hipnosedantes: los más utilizados son las benzodiacepinas (diazepam, lorazepam, alprazolam…), más conocidos por sus nombres comerciales (Valium®, Orfidal®, Trankimazin®…). Otros fármacos de esta familia son los derivados de benzodiacepinas (zolpidem, zopiclona…), barbitúricos y carbamatos.

Antidepresivos: se usan para el tratamiento de la depresión y otros trastornos (ansiedad, obsesivo-compulsivo, trastornos de la alimentación…). Producen efectos en personas deprimidas y con otras patologías, pero no mejoran el ánimo ni cambian el humor en personas sin enfermedad.

Estabilizadores del ánimo: sales de litio, que se utilizan en el trastorno obsesivo compulsivo.

El uso de psicofármacos en un contexto médico y, en general, asociado a otras medidas, como el apoyo psicológico, se entiende que es terapéutico. Por el contrario, se consideran “sustancias de abuso” si se utilizan sin control y sin prescripción médica.

Los psicofármacos pueden ayudar a encontrarse mejor pero es necesario hacer uso de ellos por prescripción y con control médico, como complemento a otras estrategias de afrontamiento de problemas y no deben mezclarse con bebidas alcohólicas, otras drogas u otros psicofármacos.

Los psicofármacos depresores, en especial las benzodiacepinas, son los que generan problemas con más frecuencia. Esto es así por diversos factores: porque son el grupo de fármacos más recetados después de los antibióticos por su elevado potencial de provocar dependencia y tolerancia (pérdida de eficacia y necesidad de incrementar la dosis para conseguir el mismo efecto), síndrome de abstinencia en dependientes. Además, en ocasiones pueden aparecer alucinaciones, delirios o ideas de suicidio

Las benzodiacepinas actúan sobre el sistema nervioso central disminuyendo el estado de excitabilidad y provocando somnolencia. Tienen un efecto ansiolítico (disminuyen la ansiedad), hipnótico (inducen el sueño), miorelajante (relajan la musculatura) y anticonvulsivante (evitan las crisis epilépticas).

El consumo continuado sin control médico puede dar lugar a tolerancia, de manera que a medida que pasa el tiempo de tratamiento los efectos son menores, y es necesario aumentar la dosis para poder conseguir los efectos buscados. Por otro lado, a mayor dosis, mayores efectos secundarios y más posibilidades de sufrir consecuencias adversas. El uso continuado puede dar lugar a dependencia física y psicológica, por lo que se aconseja que se utilicen siempre durante breves periodos de tiempo.

Existen más de 30 fármacos distintos comercializados. Se diferencian por su potencia, duración de acción y efectos más o menos selectivos sobre las propiedades descritas previamente.

Actúan aumentando la acción del GABA (ácido gamma-amino butírico), neurotransmisor que ejerce en el cerebro un efecto principalmente tranquilizante, de somnolencia y/o calma.

Depende de si su consumo está motivado por un tratamiento médico o no, de las circunstancias en las que se tome y de cuánto se prolongue su uso. Siempre que se consumen psicofármacos sin supervisión médica, los riesgos son mayores, tanto de seguir consumiendo como de sufrir efectos adversos por desconocimiento de los efectos secundarios.

Como cualquier tratamiento médico, los psicofármacos pueden tener efectos secundarios. Es importante conocerlos y respetarlos para evitar riesgos relacionados con la conducción, accidentes laborales, falta de atención sobre menores u otros accidentes.

Además, hay que añadir la posibilidad de desarrollar una dependencia. Por este motivo se recomienda que se usen puntualmente y, aun en un contexto médico, que no se prolongue más allá de unas cuantas semanas. Tomar psicofármacos por tu cuenta acentúa el riesgo de generar tolerancia y dependencia.

El fácil acceso de estas sustancias y la idea de que no son perjudiciales son factores de riesgo que hay que tener en cuenta a la hora de decidir consumir sin supervisión médica. Estos medicamentos pueden ayudar a dormir o a encontrarse mejor, pero es necesario hacer uso de ellos con un control profesional y como complemento a otras estrategias de afrontamiento de problemas.

Consecuencias físicas

Enlentecimiento de la respiración. En dosis elevadas y, sobre todo, al mezclarlas con alcohol, la respiración puede llegar a detenerse.
Pulso más lento.
Ligera disminución de la presión arterial.
Efecto rebote cuando se interrumpe el consumo (convulsiones u otras consecuencias dañinas).
En dosis más altas de las necesarias: somnolencia o falta de coordinación motora.
En dosis altas, especialmente si se mezclan con alcohol, estas sustancias depresoras pueden ser letales.
Alteración del rendimiento psicomotor.
La sobredosis puede producir un estado de sueño profundo que puede llegar al coma.
Consecuencias psicológicas

En dosis más altas de las necesarias: déficit de memoria.
Desinhibición.
Afectación del rendimiento académico o laboral.
Pueden inducir algunos trastornos mentales psicóticos, bipolares, depresivos, ansiedad, del sueño –vigilia, disfunciones sexuales y neurocognitivas (DSM- V).
Alteración de la memoria: por un lado, dificultan la adquisición de nuevos conocimientos. Por otro, pueden causar amnesia: no recordar lo que sucedió después de haber tomado la medicación.
Otras consecuencias

Aumento del riesgo de sufrir accidentes.
Dificultades interpersonales (discusiones o peleas), y pueden contribuir a comportamientos muy agresivos.
Somnolencia, que aumenta el riesgo de sufrir accidentes que puede afectar a la conducción o a la manipulación de máquinas pesadas y peligrosas.
Las personas de edad avanzada, aunque consuman estos medicamentos bajo una prescripción médica, presentan un mayor riesgo de problemas cognitivos y de caídas. Es un grupo muy vulnerable y al que se le prescribe con mucha frecuencia.

Aunque el consumo de benzodiacepinas, en ocasiones, va asociado a un tratamiento médico por dependencia a drogas, con la finalidad de aliviar los efectos no deseados de la abstinencia (DSM-V); puede producir diferentes interacciones, algunas de las cuales pueden ser:

Benzodiacepinas + sustancias estimulantes: genera confusión en los efectos de ambas sustancias, con lo que no se experimentan las sensaciones esperadas de ninguna de las dos.

Algunas personas utilizan benzodiacepinas para poder dormir después de utilizar drogas estimulantes (cocaína, speed, metanfetamina…). Aunque puede solucionar un problema puntual, ambos tipos de sustancias tienen un potencial de dependencia elevado y los efectos adversos son difíciles de prever.

Benzodiacepinas + sustancias depresoras: los efectos de ambas se incrementan y pueden llegar a intoxicaciones potencialmente mortales. Causan somnolencia y/o disminución peligrosa de la frecuencia cardíaca y la respiración, así como de la capacidad de reacción.

Por su elevada accesibilidad y frecuencia de consumo, debemos destacar el caso del alcohol. El uso simultáneo de benzodiacepinas y alcohol, incluso en dosis moderadas, multiplica el riesgo de efectos adversos (somnolencia excesiva, falta de coordinación, amnesia…). En dosis elevadas, la combinación de alcohol y benzodiacepinas puede ser mortal.

Psicofármacos depresores + sustancias alucinógenas: aumentan los riesgos y las consecuencias negativas de ambas. La dosis de benzodiacepinas necesaria para eliminar los efectos alucinógenos (ante un “mal viaje”, por ejemplo) suele ser muy elevada y debe administrarse en un contexto médico.

No existe una pauta para evitar los problemas con los psicofármacos depresores. En función de la persona (su estado de ánimo, su peso, constitución, edad…), la sustancia (su pureza, origen, concentración de principio activo…) y el entorno (dónde y con quién se consume), los efectos variarán y causarán experiencias distintas en diferentes individuos.

En el caso de que se quiera consumir, es recomendable preguntar antes al personal médico. También hay que valorar los tres niveles que hemos mencionado para poder decidir si es el mejor momento para proceder al consumo, y tener en cuenta algunas orientaciones para minimizar riesgos:

La persona

Conocer las características del propio cuerpo para saber cuál será el consumo menos perjudicial. Dosificar en función de la potencia de la sustancia y del cuerpo.
Tener o haber tenido antecedentes de problemas psicológicos puede empeorar la situación y aumentar las probabilidades de desencadenar algún tipo de patología.
La sustancia

Es importante espaciar el consumo, así se minimizarán los riesgos asociados.
No olvidar que, aunque se trate de un medicamento, si el consumo se hace sin la supervisión médica, los efectos pueden ser muy variados. Siempre que se valore consumirlos, es preciso consultar a un médico y complementarlo con otro tipo de trabajo personal.
Informarse bien de los efectos adversos. Recordar que un consumo prolongado aumentará la toxicidad y los riesgos.
El entorno

Los efectos variarán en función del motivo por el que se consuma y el entorno.
Si se está tomando este tipo de sustancia, evitar realizar tareas complicadas, con maquinaria peligrosa o pesada y conducir un vehículo.
Estar bajo sus efectos afectará al desarrollo laboral y académico. Estos se verán afectados cuanto mayor sea la ingesta.

Detectar un consumo problemático no resulta sencillo, pues cada caso será distinto. Aun así, algunos síntomas pueden hacer sospechar que existen trastornos por dependencia de los hipnosedantes. Hay que estar atento/a a los efectos secundarios. Si se empiezan a sufrir con frecuencia, es un indicador de que a nuestro cuerpo no le sienta muy bien.

Si no puedes evitar consumir a pesar de habértelo propuesto y te inventas justificaciones cada vez que vuelves a tomar, es un indicativo de dependencia.

Si tus relaciones sociales comienzan a verse afectadas, si tu familia y tus amigos se preocupan, si descuidas obligaciones, todo ello también es un indicador de abuso o adicción.

 

 


Autor: Rodolfo Cerminara
Visitas: 371
   
   
 

Noticias Destacadas

MAS INFORMACIÓN DE SPUTNIK V

VIRUELA DEL MONO

El ministerio de la mujer, ¿existe?

 

 

 

whatsapp

Diseño Web y Hosting WDLHOSTING Todos los derechos Reservados

ecoestadistica.com